1.- La
agricultura, la pesca y la silvicultura son el gran pilar de la economía
malgache, suponiendo el 34% del Producto Interior Bruto (PBI) y empleando a más
del 70% de los 22 millones de personas (censo de 2012), que conforman la
población de Madagascar. En el lado opuesto, la industria que da trabajo a
menos del 5% de su población activa.
La pesca
tradicional es una de las principales fuentes de ingresos de las familias
malgaches pero, salvando las capturas de gamba y langosta destinadas mayormente
al mercado exterior; básicamente es una pesca de subsistencia y a pequeña
escala, dado que en las zonas costeras el pescado es esencial para su dieta
diaria.
Las piraguas
artesanales de madera, típicas embarcaciones de Madagascar y de su país vecino en
el continente africano, Mozambique, son el medio utilizado por padres e hijos
para navegar y faenar por las cristalinas aguas de esta bella isla.
Al atardecer,
carros tirados por cebúes cargan los barcos destinados al transporte de mercancías
y víveres para su traslado a otras poblaciones litorales, desde el puerto de la
ciudad de Tuléar, centro económico y comercial del suroeste de la isla.
2.- La República
de Madagascar es un país donde la gente tiene que enfrentar la miseria indescriptible
en su vida diaria. Este problema se ha agravado, en gran parte, debido a la crisis
política y económica derivada del golpe de Estado que sufrió en 2009.
Según la
Oficina Internacional del Trabajo, sólo en la capital, Antananarivo, se han eliminado
200.000 puestos de trabajo y el último informe anual de Unicef recoge que, aún
a día de hoy, un 81% de la población malgache vive por debajo del umbral de la
pobreza (1.25$ al día).
La Unión
Europea anunció el pasado mes de octubre que retomará su cooperación al
desarrollo con Madagascar para el periodo 2014-2020, suspendido tras el citado
golpe de Estado, con proyectos para apuntalar la joven democracia, la reconstrucción
de infraestructuras, la sanidad y educación.
En la
fotografía, uno de los conocidos como “caballos
humanos”, como se les llama en Ambositra y otras ciudades del centro y sur
de la isla. Hombres que arrastran caminando y con la única fuerza de su cuerpo
el pousse-pousse con pasajeros.
3.- En las zonas
yermas de las tierras altas y del sur de la isla, las personas tienen
dificultades para vivir en un ambiente que es muy frágil, donde no hay suelos
fértiles para cultivar, ni electricidad ni agua potable.
A ello se une, además,
los graves problemas de deforestación que están abocando a la erosión del suelo
y que, evidentemente, están afectando también a esas pocas reservas acuíferas y
a la biodiversidad de su hábitat natural. Más de dos tercios de los bosques han desaparecido desde los años cincuenta.
La
población, un 70% vive en zona rural, corta los árboles para usarlos como leña
con la que cocinar o calentarse, para construir las paredes o tejados de sus
viviendas tradicionales y cercados, o para destinar ese suelo a la agricultura
de subsistencia.
En la
fotografía, un hombre camina por la carretera nacional RN7 llevando un pequeño
tronco para su hogar, en las inmediaciones del Parque Nacional de Isalo.
4.-
Los niños malgaches tienen que enfrentar la pobreza en su día a día y,
de acuerdo con el Banco Mundial, el deterioro socioeconómico ha
provocado que más de una cuarta parte de los niños (29%) de entre 5 y 14 años se vea obligado a trabajar para ayudar a sus familias.
En
ocasiones se trata sólo de colaborar con los padres en el campo o en la
pesca de subsistencia, de donde obtienen la base alimentaria para todo
el núcleo familiar como pueda ser el arroz o el pescado. En otras, los
pequeños sufren “fenómenos modernos de esclavitud en Madagascar”, en
palabras de la ONU, como el trabajo en las minas o en las canteras de
piedra en el interior del país; donde los niños están expuestos a la
violencia, las enfermedades respiratorias y la explotación sexual.
El significativo movimiento de turismo sexual
en la isla llevó a la ONU a denunciar el 29 de julio de 2013 la
trivialización de la explotación sexual de menores en Madagascar y la
impunidad de la que se benefician los explotadores.
En
la fotografía, un grupo de niños pescadores intentan atrapar
arrastrando sus redes pequeños peces y moluscos que llevar a sus
hogares, en la playa turística de Mangily.
5.- La extrema
pobreza no hace ningún tipo de distinción por edades. Las pésimas condiciones
de vida que sufren la mayoría de las familias malgaches fuerzan a muchas de
ellas a la venta en la calle de productos de la canasta básica, como esta mujer
que vende arroz usando la medida de un bote (unos 250 gramos) en el pueblecito
de Ifaty.
Esa reventa,
sobre todo en áreas rurales y pequeñas poblaciones, es el único ingreso de que
disponen millares de personas mayores, que aún tienen que seguir trabajando por
ellas mismas al carecer de cualquier tipo de cobertura social estatal.
La esperanza
de vida al nacer, en la República de Madagascar, es de 64 años; ocupa el lugar
151 en el Índice de Desarrollo Humano 2013 de Naciones Unidas; apenas el 48%
total —población urbana y rural— tiene acceso al agua potable y sólo un 13% una
instalación sanitaria adecuada.
6.- Los mercados
malgaches, al igual que los del resto del continente africano, son lugares
vivos, llenos de colorido y ajetreo al aire libre. Ahora bien, son lugares igualmente
con unas condiciones higiénicas deficientes, sin agua potable y la electricidad
necesaria, por ejemplo, para mantener los alimentos refrigerados.
De esa falta
de salubridad y condiciones dignas de vida se derivan enfermedades letales y
muy frecuentes en la isla como la neumonía o la diarrea. Los niños menores de
cinco años son los más vulnerables a ellas, con una tasa de mortalidad de 58
por cada mil nacidos, según el estudio de Unicef Estado Mundial de la Infancia 2014.
En la
fotografía, uno de los puestos de carne de cebú del mercado de Mangily,
población situada a 22 km al norte de Tuléar.
7.- En
Madagascar, el 48% de las mujeres se casa antes de cumplir los 18 años y el 14%
antes de cumplir los 15. Ello a pesar de que en 2007 se fijó en 18 la edad mínima
para contraer matrimonio —anteriormente, la edad mínima era de 14 años—. Sin
embargo, a pesar de esta modificación legal, la triste realidad es que
numerosas niñas se ven obligadas a casarse por presión familiar, social y
económica cuando apenas comienzan a ser unas adolescentes; con hombres, a
veces, mucho mayores que ellas .
Más del 25%
de las mujeres son madres por primera vez entre los 15 y los 19 años lo que,
unido a la falta de acceso a una atención sanitaria profesional, supone un alto
riesgo para la salud de la madre y del bebé durante el parto. La media de hijos
de las mujeres malgaches es de 4.5.
En la
fotografía, una mujer de un barrio del extrarradio de Túlear lleva puesta en la
cara “Masonjoany”, una mascarilla
natural que usan durante el día para protegerse del sol. Esta costumbre también
puede verse en las mujeres del norte de Mozambique, donde adquiere el nombre de
“Musiro”.
8.- Madagascar
es la isla más grande de África y la cuarta más grande del mundo, con una
superficie de 587.041 Km2 y casi cinco mil kilómetros de costa.
Separada del resto del continente africano por el canal de Mozambique, Madagasikara, como se llama en el idioma
malgache, se originó a partir del supercontinente Gondwana del que se separó
hace alrededor de 165 millones de años.
La
diversidad de sus paisajes es una de las características de esta isla de tierra
roja donde el principal medio de transporte es el “Taxi-brousse”: la primera realidad del país a la que se enfrentará
el viajero que quiera ir de un punto A a un punto B.
El “Taxi-brousse” abarca múltiples
vehículos: desde un desvencijado coche con cabina trasera adaptada con bancos
laterales y toldo, pasando por furgonetas o minibuses modernos hasta viejos
camiones que en un origen fueron para transporte de mercancías y hoy en día han
sido transformados para el transporte de pasajeros.
Eso sí,
característica de todos ellos: siempre repletos de equipaje hasta los topes,
bultos atados con cuerdas a cualquier resquicio e, incluso como en la
fotografía, con algún “copiloto-pasajero” externo que no quería quedarse en
tierra.
9.- En
Madagascar conviven 18 etnias con una riqueza cultural extraordinaria. Su
población es predominantemente una mezcla de origen malayo y africano.
Las
investigaciones más recientes sugieren que la isla estuvo deshabitada hasta
aproximadamente el siglo I, cuando llegaron a sus costas navegantes malayos a
través del sur de la India. Es curioso de que a pesar de que la distancia entre
Madagascar y África es de sólo 416 km (cerca de Lumbo, en Mozambique) y que la
distancia al punto más cercano de Indonesia (la isla de Siberut) es de más de
5.500 km, Madagascar fuera colonizado por estos últimos antes que por los
africanos.
No obstante,
lo que sí hubo fue migraciones posteriores desde África que consolidaron su
actual abanico étnico-cultural. Hoy en día, los rasgos malayos son más
predominantes en la parte central de la isla, con dos grupos mayoritarios: los
Merina y los Betsileo. Los habitantes de las costas, sobre todo en el sur, son de origen africano de piel negra y
rasgos bantúes con grupos como los Betsimisaraka o los Sakalava.
En la
fotografía, niños sin escolarizar de una aldea Betsilea situada en el valle de
Ambositra, que puede erigirse en ejemplo de ese 14.2% de niños malgaches que
jamás han asistido al colegio porque no existe escuela en su aldea o alrededores.
En otras zonas rurales, por el contrario, sí existen sencillos centros
educativos con muy poquitos medios materiales, donde sin embargo sólo pueden
ofrecer a los niños dos o tres años de enseñanza por la falta, principalmente,
de profesorado.
10.- La Educación
Primaria Obligatoria se ha ampliado de los 5 a los 7 años y, aunque las tasas
de matriculación han aumentado a casi el 90%, la baja tasa de asistencia y el
alto porcentaje de deserción escolar —especialmente en el caso de las niñas
cuando contraen matrimonio o quedan embarazadas— provoca que sólo el 66% de los
niños finalice su educación primaria.
El progreso
llevado a cabo por el gobierno y las ONGs internacionales se ha visto
ralentizado en gran medida por la crisis política sufrida en 2009, la escasez
tanto de personal cualificado e infraestructuras educativas, como por la
reducción del presupuesto público destinado a Educación: un 2.8% del PIB.
En la
imagen, un simpático niño de 11 años, que sí va a la escuela pública en Tuléar
y que bromeaba a la cámara diciendo que él también quería ser fotógrafo.
11.- Otro de los
graves problemas de salud agudizado, en parte, por la crisis política sufrida
en los últimos años es que cerca de cuatro millones de malgaches sufren la
inseguridad alimenticia en su día a día, problema que se resiente en mayor
medida en los niños.
De hecho,
según Unicef, el 48% de los niños están crónicamente desnutridos, especialmente
en el sur del país y sólo algo más de la mitad de los niños de un año de edad
reciben vacunación completa contra las enfermedades prevenibles.
Ajenos a esa
realidad socioeconómica, los niños y niñas malgaches, como estos fotografiados
una tarde durante la baja mar en las inmediaciones del puerto de Tuléar, se divierten,
ríen y disfrutan con sus improvisadas carreras hacia la cámara.